El DEIPCS está conformado por tres LGAC, las cuales se articulan al interior y entre ellas a partir de los conceptos ejes de pensamiento, cultura y sociedad, y se ponen en práctica por medio del trabajo colectivo interdisciplinario propuesto por el PE. 


Esta línea fomenta la construcción de conocimiento planteando la posibilidad de generar diálogos entre la academia y la sociedad, trascendiendo el monólogo de la ciencia y la desvalorización de los saberes locales (indígenas, campesinos, populares, etc.). De esta manera, la LGAC parte del reconocimiento de la pluralidad de pensamientos así como de las interconexiones e interacciones, continuas y dinámicas que históricamente han sucedido entre ellos en su desarrollo, sin comprometer su autonomía. La construcción de un diálogo de saberes parte de la convivencia intercultural entre distintos actores sociales, entre los que se encuentran los académicos, todos ellos capaces de generar conocimientos válidos, es así que la interculturalidad es entendida como una relación política, social epistémica y ética, permitiendo posicionar al conocimiento como intervención en la realidad. Dicho planteamiento supone una perspectiva transhistórica, la cual permite integrar el pasado con el presente y con el futuro. De aquí que los problemas multidimensionales puedan tener respuesta en tanto se articulen con el espacio de experiencia –pasado- y el horizonte de expectativa –futuro- para proponer respuestas a problemas concretos que han sido recurrentes en el desarrollo de las sociedades. 


Esta línea parte de considerar a la sociedad bajo flujos globales de capital, bienes, servicios, tecnología, comunicación y poder, configurando una cultura global, no obstante el significado de una acción social sólo podría interpretarse comprendiendo los regímenes de sentido en los cuales se encuentra situada. Es así que la línea propone cambiar desde nuevas bases los debates sobre las relaciones entre cultura, sociedad y pensamiento, a partir del diálogo entre teoría y experiencia social global, observando a las prácticas humanas sustentadas en saberes y creencias diversas, actuales y vigentes, donde la ética como principio ordenador represente la base para la conformación de sociedades de conocimiento. Dicho planteamiento supone que los estudios a realizarse desarrollen un pensamiento crítico, capaz de cuestionar, disputar y modificar aquello que objetivamente existe, como un horizonte de posibilidad para la transformación de las relaciones de desigualdad y de poder. 


Esta línea fomenta la reflexión, el análisis y la construcción de pensamientos integradores a partir de las dimensiones de tiempo y espacio encontrando en el ejercicio de la territorialidad, los procesos y mecanismos a partir de los cuales los sujetos sociales producen, gestionan, definen y defienden un saber situado. Entendemos por territorialidad a las distintas expresiones identitarias que marcan el espacio a lo largo del tiempo, así como las apropiaciones diferenciales y plurales del territorio que se expresan desde el uso de símbolos como la lengua, hasta las formas de organización productiva y las relaciones con la naturaleza, configurando procesos culturales propios de una sociedad. Actualmente los saberes situados fluyen a partir de las dinámicas de comunicación/invención a lo largo de los territorios generando con ello encuentros y desencuentros entre sujetos sociales que disputan sus usos, manejos y potestades, es por ello que la discusión central de esta línea se sitúa en devalar y comprender las formas en las cuales los saberes se desbordan mas allá de las definiciones tradicionales de lugar, espacio y región.